Saturday, November 24, 2012

Sunday, May 06, 2012

Dexter. El oscuro pasajero.


Lo típico: una novelita que se consume en un par de días, sin mayores pretensiones literarias. Entretenida. Y eso incluye -en su misma expresión- todo aquello que signifique entretenimiento norteamericano. Cero complejidad, chistes fáciles, enigmas descifrables, final abierto y feliz.
Generalmente, las series televisivas y las películas quedan por detrás -y muy lejos- de sus versiones literarias; pero Dexter es el caso opuesto. La serie es infinitamente superior, aún cuando es una transcripción casi literal de la novela (en la serie cambia el final, el cual creo que es mejor, más "redondo").
Está bien, en mi casa -y después de la insuperable Six Feet Under- sentimos un especial cariño por Michael C. Hall y eso hizo que nos acercáramos a la serie de buen talante; cosa de la cual no nos arrepentimos en lo más mínimo; ahora, además,  el cariño se ha hecho extensivo al resto de la compañía.
Dexter -la novela- es un pequeño pasatiempo entre dos textos de mayor importancia. Lo curioso es que resulta más controvertida que la serie (en cuanto al planteo del carácter moral de un asesino serial pero que sólo actúa contra "los malos"). Eso es algo que Lindsay no quiso, o no pudo, (o quizá simplemente se lo perdió): tratar, y conlleva, en sí mismo un demérito. Hubiesen sido aceptables doscientas páginas más, pero siempre y cuando en ellas se tratara el tema con más profundidad.

Lindsay, Jeff. Dexter. El oscuro pasajero. Barcelona, books4pocket, 2005. título original: Darkly Dreaming Dexter. Traducción: Toni Hill Gumbao.

Saturday, April 28, 2012

Cuadernos de Lanzarote I. José Saramago




Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Así comienza el conocido soneto de Francisco de Quevedo; y así me siento cuando leo algún libro de un autor que ha logrado colarse en mi alma un poco más allá de lo que habitualmente puede hacerlo alguien escribiendo un buen libro. Me refiero a esos autores a los que uno, sin conocerlos personalmente puede considerar como a "un amigo". No son muchos los que logran llegar a tales niveles, sí los son aquellos que pueden agradarnos y a los que, incluso podemos seguir por años y por cientos y cientos de páginas. A lo que hago referencia es a una cualidad diferente, superlativa; una cualidad difícil de explicar (bueno, algo así como la amistad misma, ¿no?).
Cuadernos de Lanzarote I es, precisamente, la oportunidad de ingresar a la sala de estar del escritor/amigo. Adentrarnos, aunque sea brevemente, en sus quehaceres y sus pensamientos diarios; en sus más y sus menos, en sus gustos y sus pareceres. Quien ha leído toda la obra de ficción de su autor favorito, unos diarios pueden saberle a poco: pero ése no es mi caso. Si bien no van a ser mis libros predilectos, estos cuadernos o diarios son un buen complemento del resto de su obra. Y más ahora que ya no lo tenemos más con nosotros y que, de manera inevitable, deberemos recurrir a la relectura como manera inevitable de "conversar con los difuntos".

P.S.: Tengo en mi poder la nueva/vieja novela de Saramago, publicada después de su muerte (a pedido suyo): Claraboya. La que comenzaré en algún momento cercano. Un regalo de José desde el más allá. Habrá que seguir dándole las gracias.

Saturday, April 14, 2012

Días de infancia. José Pablo Feinmann


Días de infancia es la tercera entrega de la saga de Joe Carter, ese Boogie el aceitoso cruzado con Clint Eastwood, John Wayne, Edgard Hoover y algún otro que ustedes sumarán a su buen gusto y entender. Porque Joe Carter es eso: la suma que Feinmann (y cualquiera de nosotros, lectores intertextualizadores, si se me permite el neologismo) quiera o querramos darle al personaje. Feinmann usa (y seamos sinceros: a veces abusa, al menos en esta tercera entrega) de sus referencias a la cultura popular norteamericana. Éste es, quizá, uno de los puntos débiles de la novela: la constante referencia al cine, al comic, a la música norteamericana de mediados de siglo XX. el problema radica en que esas citas dben tener su espacio lógico dentro de la trama general, cosa que pocas veces Feinmann lo logra con fluidez (tal vez la excepción -lógica, por otra parte- sean las referencias al comic, ya que el Joe Carter que se nos presenta aquí, tal como el título de la novela nos lo dice, es el de la infancia, donde la avidez por se tipo de lecturas es inevitable). El texto es bastante más extenso que las dos primeras novelas de éste personaje: 500 páginas contra apenas 200 de Carter en New York o Carter en Vietnam, además está narrado en forma de monólogo, lo cual le permite a Feinmann extenderse a lo largo de páginas y páginas en tópicos que deberían ser tratados en forma un poco más breve. En cierto momento parece que el subconsciente del mismo Feinmann le avisa de que algo así está sucediendo (lo cual parece ocurrir un poco tarde, porque esto ocurre cerca de la página 400), ya que el mismísimo Joe Carter le dice al personaje femenino, Jennifer: bueno, basta ya, me aburres con tu cultura. El capítulo siguiente es una muestra del mejor Carter, pero después recae otra vez en algunas páginas donde las referencias se hacen algo tediosas. Quienes seguimos a Feinmann sabemos de su amor por las viejas películas americanas y por su fascinación con sinatra o con Mandrake el mago; pero como ya lo dije antes: si esas referencias no se ontroducen de un modo fluido, se vuelven pesadas, hacen más lenta la lectura y se corre el riesgo de caer en lo inverosímil (algo de eso ocurre cuando Jennifer le habla de filosofía a Joe, un chico casi analfabeto y tosco como una roca). La novela se mueve por carriles previsibles y lógicos, con una violencia constante pero menos explícita que en Carter en New York, por ejemplo (aún no he leído Carter en Vietnam), salvo algunos momentos que tornan a estas páginas en una gloriosa oda al salvajismo. Porque, vamos, hay que ser sinceros, eso es lo que estamos buscando, en definitiva. Violencia y violencia a lo Carter: injustificada (desde nuestro punto de vista, el de latinos mugrientos), cínica, divertida, lenta, dolorosa, cruel, satisfactoria. Pero está bien, Días de infancia no es lo mismo que las dos primeras novelas de Carter, es el compendio y la síntesis de su infancia y su justificación en tanto ser (caramba, qué poder tiene José Pablo que ya estoy escribiendo como él). Días de infancia es una buena novela de entretenimiento, aunque no del todo pasatista o vacía de cierto contenido extra. Lógicamente, ésta no es La sombra de Heidegger ni pretende serlo, pero alguna substancia podemos aprovechar entre tanto homenaje y decorado hollywoodense.

Friday, April 13, 2012

Crítica y arte.

Diseño de protesta, un libro de Milton Glaser y Mirco Ilic, es un compendio de avisos publicitarios, obras artísticas, imágenes modificadas, publicaciones (como la reconocida revista Adbusters, por ejemplo). Me fue difícil elegir entre las casi doscientos cincuenta páginas de estupendas -y no pocas veces dolorosas- imágenes. Éstas cubren un amplio espectro crítico aunque, obviamente, prevalecen las cuestiones políticas. Alguna hay que hace referencia a temas ecológicos, consumistas, racistas o feministas. Les dejo una pequeña muestra, pero fueron tantas las que quería dejar aquí que en cualquier momento es posible que postee una segunda parte, con algún otro dato añadido.










Thursday, April 05, 2012

Francis Bacon. Dos libros.

Si hay alguien que bien puede haberse ganado el mote de revolucionario es Francis Bacon. Revolucionario con contenido, con substancia, con esa transmutación de todos los valores de los que hablaba Nietzsche. No pertenece a esa caterva de revolucionarios que para romper con un esquema se limitan a magnificar la nada o el absurdo. Bacon revoluciona y revuelve (soy consciente del uso de la misma raíz en los términos y por ello es que los uso de esa manera) la mirada burguesa y servil del hombre bienpensante, del hombre de moral encuadernada y forrada con papel araña.
El primero de los libros es el ya clásico Francis and the Tradition of Art. 



En este maravilloso volumen encontramos absolutamente todo o que necesitamos para adentrarnos en la obra de Bacon. Hay aquí, por supuesto, reproducciones de sus obras, pero también fotografías de su caótico estudio, de él mismo, fotomontajes, estudios, reproducciones de otros artistas (indispensables para entender la obra de éste autor), notas en pedazos de papel. Una obra imprescindible sobre un autor insustituible para la comprensión del arte del siglo XX.

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El segundo de los libros es sólo para aquellos fanáticos de la obra de Bacon. Sería algo así como esos discos con pésimo sonido que de todos modos compramos porque se trata de un raro concierto de nuestra banda favorita. 
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Francis Bacon, Working on Paper, reúne, tal como lo indica su nombre, los trabajos en papel. Ahora bien, también sabemos que para las editoriales y el mercado, todo aquello que haga un artista es una obra de arte (mejor no entrar aquí con el tema de la interpretación y sus consecuencias. Ya hablaré de Susan sontag y su famoso ensayo en otro momento). Estos "trabajos" no son más que notas pictóricas, meros bocetos o estudios que todo artista hace antes de llegar a la obra final. Carecen de todo valor más allá de la mera curiosidad para el fanático o el estudioso del artista en cuestión.

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De todos modos, siempre vale la pena acerarse a la "cocina" de los grandes; aunque más no sea para echarle un vistazo al modo de trabajo o a la búsqueda que cada artista hace en su camino.

Monday, March 05, 2012

La filosofía feroz. Michel Onfray

                                                



Hace poco dije que Tomás Abraham leyó mal a Nietzsche y que esto lo llevaba a tomar una postura de superioridad en sus críticas. Michel Onfray también leyó mucho a Nietzsche, pero parece que éste filósofo lo hizo bastante bien, sobre todo –y al menos en lo que respecta a La filosofía feroz—en aquella idea de filosofar a martillazos.
A lo largo de veintiséis textos breves Onfray nos sacude con verdaderos mazazos de filosofía, de sentido común, de fuerza argumentativa. Así, la política, la televisión, los nacionalismos, el derecho y, por supuesto, el ateísmo y la constante crítica a los monoteísmos son los objetivos y las bases de estos artículos.
Cada uno de ellos bien puede ser un punto de partida para una reflexión (me corrijo, dije “puede ser” cuando en realidad, simplemente, “es”), para ser usado como germen de un texto mayor. Sólo las personas de la capacidad de Onfray pueden ser tan contundentes en tan poco espacio.


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