Monday, February 07, 2005

Gustav Klimt

No hay mejor manera para acercarse a un pintor que conocerlo sin que nos lo presenten. Me refiero a que lo mejor es encontrárselo por casualidad al hojear una enciclopedia o un catálogo de arte, ya que la sensación de placer que podemos llegar a sentir cuando la fortuna nos regala con uno de esos momentos casi únicos puede hacer que ése pintor en particular (o, siquiera, un cuadro en especial) se transforme en un buen compañero por el resto de nuestras vidas.
Algo así me paso con Gustav Klimt. Lo conocí hace varios años en casa de un amigo -pintor él- mientras lo esperaba en el living de su casa me puse a hojear una Historia del Arte y allí había una reproducción de El Beso, quizás la obra más famosa de Klimt. Poco a poco fui conociendo más obras de este pintor austríaco y El Beso pasó a un segundo plano. Me llamaron la atención obras más arriesgadas de Klimt, obras donde el artista corría riesgos (no pocas veces sus muestras debieron ser suspendidas a causa del escándalo moralista que nunca falta), obras como Danae donde se toma una leyenda mítica literalmente (Esa lluvia de oro que se entre las piernas de la bella Danae no es otro que Zeus, quien enamorado de la joven se acerca a ella de esta forma; de esta unión nacerá Perseo); Judith I (que es la imagen que ilustra éste texto) donde la sensualidad es una parte integrante del cuadro; Goldfish, obra usada por Gustav Klimt como respuesta a sus críticos (La chica que está de espaldas, mostrándole el trasero fue, obviamente, algo deliberado que sus críticos entendieron y no le perdonaron); o Vida y Muerte, donde no falta sensualidad (un tema clave en la obra de Klimt) y donde la destreza técnica se nota más por el hecho de que al menos nueve personas -las que ocupan la mitad derecha del cuadro- se ven compensadas por la solitaria y poderosa figura de la izquierda.
No soy muy afecto a analizar el por qué me gusta tal o cual pintor o músico (sí lo he hecho con los escritores) y estoy convencido de que no hay que buscar demasiadas razones; uno debe pararse frente a un cuadro y éste debe transmitir algo, si no es así pasemos al siguiente y no perdamos más tiempo; para mí, Klimt entra en la extraña categoría de esos pintores cuya obra completa me transmite algo, por eso, como dije antes, estoy seguro de que Klimt es alguien que me va a hacer mucha compañía durante (espero) mucho tiempo.

2 comments:

Leda said...

Yo también adoro a Klimt, si no estuviera cuerda me tatuaría su cara. El cuadro que ilustra el texto es una vulgar imitación.

Lorena said...

La obra de Klimt tuvo un efecto muy poderoso en mí, sobre todo al tener la suerte de pararme (y pasmarme) frente a sus cuadros. Su formato es casi siempre inusual para la época (algunos son enormes y totalmente cuadrados, otros son sumamente alargados)
Particularmente me embriagó la sensualidad de Judith y la simbología que queda envuelta en el cuadro de El Beso. Que por cierto me parece más que arriesgado por el uso perfecto del dorado y la expresión de entrega que pareciera dejar al varón en total indefensión. Que el cuadro guste a muchos por distintos motivos, no lo hace menos significativo en la propuesta vanguardista de su obra.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...