Wednesday, October 27, 2004

Memoria de mis putas tristes.



Demasiado libro para tan poca novela. Lo que quiere decir y para dejarlo bien claro desde un principio: No está mal pero le falta.
Ahora, me explico: Memorias de mis putas tristes en realidad no es una novela, es un cuento publicado en un solo volumen con el afán de ganar unos mangos (cosa criticable si y solo si el objetivo fuese ése), o porque los editores se cansaron de esperar a que García Márquez escribiera algo más largo o terminara de completar el libro de cuentos en el que esta historia tendría su justo lugar. Y aquí está el primer punto en el que quiero detenerme: ésta historia, si hubiese formado parte de un volumen de cuentos, sería estupenda; ahora, como novela no lo es. Y alguien podrá preguntar:
¿En qué cambia el relato si se lo lee como novela o como cuento? ¿No es, acaso, la misma historia letra por letra y punto por punto? Pues sí, la historia es la misma. La diferencia estriba en que este volumen no lo escribió una persona cualquiera, la escribió Gabriel García Márquez, un Premio Nobel indiscutido (no como Pearl Buck, Darío Fo o Winston Churchill), la escribió un tipo capaz de obras como Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada; así que uno (y creo que se tiene pleno derecho a ello) siempre quiere más. Eso es lo que se le demandará a cualquiera que tenga la capacidad para producir algo de calidad superior, ése es el precio que se debe pagar por ser Gabriel García Márquez.
Y aquí entro de lleno en el segundo -y más importante- punto. Memorias de mis putas tristes está bien escrita pero nada más, repito lo que dije antes: uno quiere más; y aquí no hay riesgo, no hay delirio, no hay búsqueda, no hay sueño. Sí hay una correcta escritura, sí hay puño, sí hay hábito, sí hay experiencia.
Un libro de García Márquez no es lo que está contenido entre la tapa y la contratapa, hoy un libro de García Márquez implica, también, la espectativa que se crea por él y lo que nos queda después; como la tensión de una cita a ciegas y el sueño -o la pesadilla- de la noche siguiente.

Nota al margen: Memorias de mis putas tristes me hizo recordar un libro (el cual espero que aún me esté esperando en Argentina) con el que tiene mucha similitudes pero al que considero muy, muy superior: Op Oloop, de Juan Filloy. Op Oloop (apócope de Optimus Oloop, todos los libros de Filloy tienen siete letras en sus títulos) es un hombre mayor, pulcro, rutinario, quien lleva un registro de sus relaciones sexuales (siempre con prostitutas). El día en que va a cumplir su milésima relación sexual invita a sus amigos a una cena para festejar, y de allí parte al prostíbulo. Luego querrá "salvar" a la joven prostitua en cuestión y morirá esa misma noche en una escena surrealista.
Transcribo de Memorias de mis putas tristes:

Nunca me he acostado con ninguna mujer sin pagarle, y a las pocas que no eran del oficio las convencí por la razón o por la fuerza de que recibieran la plata aunque fuera para botarla en la basura. Por mis veinte años empecé a llevar un registro con el nombre, la edad, el lugar, y un breve recordatorio de las circunstancias y el estilo. Hasta los cincuenta años eran quinientas catorce mujeres con las cuales había estado por lo menos una vez. (Pág. 16)

En síntesis: demasiado libro para tan poca novela y, si pueden, lean Op Oloop o cualquier otro libro del viejito Filloy y después me cuentan.

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