Saturday, October 30, 2004

El Capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco.

Tengo una extraña relación amor-odio con Charles Bukowski. Digo extraña porque aún a los libros que me han gustado poco o nada los volvería a leer. Y no es masoquismo, es simplemente fascinación por este tipo. Si hecho una mirada a mis autores preferidos, me encuentro con autores de escritura compleja, densa, como Borges, Faulkner, Carpentier, Joyce; entonces ¿Qué me atrae de Bukowski? No lo sé. Simplemente sus libros me gustan mucho o me gustan bien poco, pero aún así nunca dejé uno de sus libros por la mitad.
El Capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, afortunadamente, entra dentro de la primera categoría. Es más: Creo que El Capitán... es el mejor libro que he leído de Charles Bukowski. Este es el último de sus libros y, de hecho, fue publicado póstumamente. Es un diario de sus últimos días y no porque estuviera enfermo o algo así, simplemente es el diario que llevó en esos días.Para ser más precisos, el diario termina en agosto del 1993, y Bukowski murió en 1994.
Y no voy a extenderme más ya que realmente no tengo mucho para decir, simplemente que lo disfruté como hacía rato que no disfrutaba un libro.

Les dejo un día/capítulo:

11/09/91 (01.20 Hs.)
Debería cortarme las uñas de los pies. Me duelen los pies desde hace dos semanas. Sé que son las uñas, pero no encuentro tiempo para cortármelas. Siempre estoy luchando por ese minuto, no tengo tiempo para nada. Claro que si pudiera alejarme del hipódromo tendría tiempo de sobra. Pero mi vida entera ha consistido en luchar por una simple hora para hacer lo que quiero hacer. Siempre había algo que se interponía en el camino hacia mí mismo.
Debería hacer un esfuerzo gigantesco y cortarme las uñas de los pies esta noche. Sí, ya sé que hay gente muriéndose de cáncer, que hay gente durmiendo en la calle en cajas de cartón, y yo estoy aquí parloteando sobre cortarme las uñas de los pies. Aun así, es probable que esté más cerca de la realidad que el tarugo que ve 162 partidos de béisbol al año. Yo ya he estado en mi infierno, sigo estando en mi infierno, así que no os sintáis superiores. El hecho de que esté vivo a los 71 años de edad, y parloteando de las uñas de los pies, es suficiente milagro para mí.
He estado leyendo a los filósofos. Son realmente tipos extraños, divertidos y alocados, jugadores.
Descartes llegó y dijo: estos tipos nos han estado largando pura mierda. Dijo que las matemáticas eran el modelo de la verdad absoluta y autoevidente. El mecanismo. Luego llegó Hume, con su ataque contra la validez del conocimiento causal científico. Y luego Kierkegaard: "Introduzco el dedo en la existencia; no huele a nada. ¿Dónde estoy?" Y luego llega Sartre, que afirmaba que la existencia era absurda. Adoro a estos tipos. Sacuden al mundo. ¿No les entrarían dolores de cabeza, pensando así? ¿No les rugía una avalancha negra entre los dientes? Cuando agarras a estos tipos y los pones junto a los hombres que veo caminar por la calle, o comer en los cafés, o aparecer en la pantalla del televisor, la diferencia es tan grande que algo se retuerce dentro de mí, me da una patada en las tripas.
Probablemente no me corte las uñas de los pies esta noche. No estoy loco pero tampoco estoy cuerdo. Bueno, no; puede que esté loco. De todas formas, hoy, cuando amanezca y lleguen las 2 de la tarde, estaré en la primera carrera del último día de carreras en Del Mar. He apostado todos los días, en todas las carreras. Creo que ahora voy a irme a dormir, con mis uñas como cuchillas arañando las benditas sábanas. Buenas noches.

Wednesday, October 27, 2004

Memoria de mis putas tristes.



Demasiado libro para tan poca novela. Lo que quiere decir y para dejarlo bien claro desde un principio: No está mal pero le falta.
Ahora, me explico: Memorias de mis putas tristes en realidad no es una novela, es un cuento publicado en un solo volumen con el afán de ganar unos mangos (cosa criticable si y solo si el objetivo fuese ése), o porque los editores se cansaron de esperar a que García Márquez escribiera algo más largo o terminara de completar el libro de cuentos en el que esta historia tendría su justo lugar. Y aquí está el primer punto en el que quiero detenerme: ésta historia, si hubiese formado parte de un volumen de cuentos, sería estupenda; ahora, como novela no lo es. Y alguien podrá preguntar:
¿En qué cambia el relato si se lo lee como novela o como cuento? ¿No es, acaso, la misma historia letra por letra y punto por punto? Pues sí, la historia es la misma. La diferencia estriba en que este volumen no lo escribió una persona cualquiera, la escribió Gabriel García Márquez, un Premio Nobel indiscutido (no como Pearl Buck, Darío Fo o Winston Churchill), la escribió un tipo capaz de obras como Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada; así que uno (y creo que se tiene pleno derecho a ello) siempre quiere más. Eso es lo que se le demandará a cualquiera que tenga la capacidad para producir algo de calidad superior, ése es el precio que se debe pagar por ser Gabriel García Márquez.
Y aquí entro de lleno en el segundo -y más importante- punto. Memorias de mis putas tristes está bien escrita pero nada más, repito lo que dije antes: uno quiere más; y aquí no hay riesgo, no hay delirio, no hay búsqueda, no hay sueño. Sí hay una correcta escritura, sí hay puño, sí hay hábito, sí hay experiencia.
Un libro de García Márquez no es lo que está contenido entre la tapa y la contratapa, hoy un libro de García Márquez implica, también, la espectativa que se crea por él y lo que nos queda después; como la tensión de una cita a ciegas y el sueño -o la pesadilla- de la noche siguiente.

Nota al margen: Memorias de mis putas tristes me hizo recordar un libro (el cual espero que aún me esté esperando en Argentina) con el que tiene mucha similitudes pero al que considero muy, muy superior: Op Oloop, de Juan Filloy. Op Oloop (apócope de Optimus Oloop, todos los libros de Filloy tienen siete letras en sus títulos) es un hombre mayor, pulcro, rutinario, quien lleva un registro de sus relaciones sexuales (siempre con prostitutas). El día en que va a cumplir su milésima relación sexual invita a sus amigos a una cena para festejar, y de allí parte al prostíbulo. Luego querrá "salvar" a la joven prostitua en cuestión y morirá esa misma noche en una escena surrealista.
Transcribo de Memorias de mis putas tristes:

Nunca me he acostado con ninguna mujer sin pagarle, y a las pocas que no eran del oficio las convencí por la razón o por la fuerza de que recibieran la plata aunque fuera para botarla en la basura. Por mis veinte años empecé a llevar un registro con el nombre, la edad, el lugar, y un breve recordatorio de las circunstancias y el estilo. Hasta los cincuenta años eran quinientas catorce mujeres con las cuales había estado por lo menos una vez. (Pág. 16)

En síntesis: demasiado libro para tan poca novela y, si pueden, lean Op Oloop o cualquier otro libro del viejito Filloy y después me cuentan.

Monday, October 25, 2004

Angels in America.


Como dije en un post anterior, la televisión me aburre bastante, así que si puedo evitarlo lo hago. Y, de hecho, tengo bastante éxito al respecto. Pero de vez en cuando, si algún amigo o los hados me lo recomiendan, alquilo alguna serie en DVD y miro un poco de televisión.
Angels in America en una serie de seis capítulos que emitió HBO este año. Me decidí a verla porque los actores son casi un número puesto (Al Pacino, Meryl Streep, Emma Thompson, Marie-Louise Parker), porque la produjo y la emitió HBO (y ya tuve un par de experiencias agradables con este canal, una de ellas la estupenda Sex Feet Under) y porque recibió muy buenas críticas, punto éste que para mí no es determinante, pero que en éste caso terminó de empujarme.
La serie es extraña: tiene un guión personalísimo, unos diálogos estupendos, actuaciones impresionantes, una puesta en escena y una fotografía maravillosos; pero no puedo sintetizar de qué se trata.
Después de pensarlo durante un buen par de días podría arriegar una idea, pero tengo la sensación de que eso podría considerarse más como una muestra de lo que yo soy capaz de ver en vez de lo que realmente me estuvieron mostrando. En ese sentido mi idea podría considerarse una especie de Test de Rorschach Estético; aún así me voy a arriesgar: Angels in America habla más de la muerte de Dios que de la ausencia de Dios.
Y me explico: básicamente la serie gira alrededor de un personaje (un hombre joven, homosexual, enfermo de SIDA en avanzado estado) al que se le presenta un ángel para señalarle que él es el nuevo profeta y que debe conseguir que la humanidad deje de "moverse" (léase "migrar, evolucionar, avanzar, aprender, etc.") ya que este "movimiento" produce en el cielo el equivalente de terremotos y, por ende, producirá su destrucción final. Para complicar más las cosas Dios, aburrido ya de los ángeles, ha creado al hombre, pero luego abandona a toda su creación -tanto a los ángeles como a los hombres- y parece que jamás regresará.
¿Ya les dije que era extraña, no? Bien, cuando me refiero a la Muerte de Dios lo hago en el sentido que Nietzsche le dió a esa idea: Dios muere en el momento en que el hombre deja de creer en él o, también, en el momento en que el hombre deja de actuar en concordancia con la idea que se tiene de ese Dios, aún cuando ocupe toda su vida hablando de él y de esas ideas, las que se convierten en una fruta falsa, toda cáscara y nada de sustancia.
Sería tedioso enumerar a toda la galería de personajes, pero no hay excepción a la regla de que todos ellos son, en menor o mayor grado, almas torturadas por pasiones, enfermedades, miedos, mentiras y humillaciones varias. La humanidad, entonces, no es más que un conjunto de seres que no sólo a perdido a Dios, sino que, posiblemente, es la culpable de su muerte.
Aplausos para Al Pacino y Meryl Streep (vaya novedad), aplausos de pie para Jeffrey Wright y Marie-Louise Parker, pero tengo que sincerarme: Emma Thompson me puede. Ya sé que no es una gran belleza y todo lo que quieran; pero que quieren que les diga, con ángeles así hasta me dan ganas de volverme creyente.


Friday, October 22, 2004

El otro proceso de Kafka.


Éste libro podría compararse -en algún aspecto- con otro que leí hace poco tiempo: Jorge Luis Borges de Fernando Savater. Ambos son libros sobre grandes escritores escritos por otros grandes escritores y, además, ambos están escritos desde la pasión.
Elías Canetti lo deja claro desde el principio: "Yo leí esas cartas con una emoción que desde hacía mucho no había experimentado en la lectura de una obra literaria." (Pág. 10).
El muy adecuado título del libro es un resumen exacto de lo que vamos a encontrar en su interior. Canetti analiza las cartas que Kafka le escribió a Felice Bauer, una de las tres mujeres importantes en la vida del escritor checo (junto a Milena y a Grete Bloch amiga, ésta última, de Felice). Cartas que no solo nos dejan asomarnos a la intimidad de la pareja (a este respecto elpropio Canetti se siente un poco incómodo, como un vulgar voyeur, y se disculpa por ello), sino que esas cartas nos dejan ver la intimidad del propio Franz Kafka y comprender sus altibajos creativos.
El título hace referencia al "proceso" que las tres mujeres sometían a Kafka, proceso que no pocas veces era alimentado y magnificado por el torturado espíritu del escritor. A este respecto, el análisis de Canetti es impecable lo que, ayudado por su estilo sencillo y preciso, hace de éste un libro maravilloso.

Thursday, October 14, 2004

NO LOGO


Hay libros que se tornan fundamentales para comprender el mundo de hoy. Es más, podría decirse que el mundo de hoy no podría ser conocido o comprendido sin la ayuda de ciertos libros y autores fundamentales. Alvin Toffler, Margaret Mead, Arnold Toynbee, Sigmund Freud, Joseph Campbell, Friedrich Nietszche, Walter Benjamin, etc., fueron los más destacados del siglo XX. Ahora, en el siglo XXI vemos aparecer algunos libros estupendos que quizás tengan la fortuna de elevar a sus autores al nivel de íconos fundamentales a la hora de comprender éste, nuestro mundo del 2000.
Pero eso lo decidirá el tiempo, poco podemos hacer ahora más que suponer lo que solo en un tiempo lejano será una certeza.
Tomándome esa libertad, entonces, me atrevo a decir que NO LOGO será considerado como un libro indispensable para comprender estos tiempos tan extraños y convulsivos.
A traves de 500 páginas, Naomi Klein expone los engranajes, los hilos conductores, las motivaciones y los objetivos escondidos detrás de la tan mencionada y poco comprendida globalización. A lo largo de cuatro partes (cuyo títulos son toda una síntesis de contenido: "Sin espacio", "Sin opciones", "Sin trabajo", "No Logo") y de dieciocho capítulos, Klein nos paseapor todos los aspectos de las nuevas tendencias comerciales y sus consecuencias: fuga de trabajos, explotación, uso masivo de publicidad, adecuación de las pautas publicitarias con objetivos de condicionamiento, coherción a competidores pequeños, invasión masiva de espacios públicos, y la lista podría seguir y seguir.
Despues de haber leído No Lodo pude leer parte de otro libro interesante: "El malestar en la globalización" de Joseph Stiglitz; libro que sería un excelente complemento de este soberbio NO LOGO, y quizás libro que también podría pasar a formar parte de esa aún ignota biblioteca fundamental para comprender el siglo XXI.

Se aceptan colaboraciones al respecto.

Saturday, October 09, 2004

Guerra del Tiempo.


Es la primera vez que leo a Carpentier en relatos breves. De hecho no conozco libros de relatos de Alejo Carpentier pero si existen y alguien sabe de ellos pues que me lo haga saber.
Siento una especial predilección por autores que se destacan por cuestiones de estilo antes que por cuestiones temáticas. Así, en el panteón de los elegidos figuran William Faulkner, James Joyce, Jorge Luis Borges, Vladimir Nabokov, J.D. Salinger, Juan Carlos Onetti. Ahora, sin duda, tengo que sumar el nombre de Alejo Carpentier.
Cada página de sus novelas o de sus cuentos es una maravilla estilísca. En este libro en particular pude encontrar desde el delirio surrealista de "El Estudiante" hasta esa rareza que es "Viaje a la semilla", cuento en que la historia se narra hacia atrás (temporalmente hablando). Pero es imposible elegir un cuento por sobre los demás, ya que el estilo está en todos ellos haciendo que la historia quede en un segundo plano.
Les dejo, como muestra, el capítulo VI de "Oficio de Tinieblas"

El 20 de agosto, cuando apenas se entonaba en Agnus Dei de la misa de diez, las dos torres de la catedral se unieron en ángulo recto, arrojando las campanas sobre la cruz del ábside. En un segundo se contrariaron todas las perspectivas dela ciudad. Los aleros se embestían en medio de las calles. Tomando rumbos diversos, las paredes de las casas dejaban los tejados suspendidos en el aire, antes de estrellarlos con un tremendo molinete de vigas rotas. Las mulas rodaban por las calles empinadas, envueltas en nubes de carbón, con un casco cogido debajo de la cincha y gurupela azotándoles la crin. Las rosas del parque alzaron el vuelo, cayendo en zanjas y arroyos que habían extraviado el cauce. Y luego, aquella inestabilidad de la tierra, aquel temblor de anca exasperada por una avispa, aquel desajuste de las aceras, aquel cerrarse de lo abierto y abrirse de lo cerrado. Aún corriendo, dando gritos, llamando a la Virgen del Cobre, se advertía que una calleno tenía ya más salida que una alcoba de doncella o un archivo de notaría. A la tercera sacudida, los muebles también entraron en la danza. Pasando por encima de los barandales, los armarios se dieron a la fuga, largando por los vientres abiertos sus entrañas de sábana y mantel. Todas las vajillas explotaron a un tiempo. Los cristales se encajaron en las persianas. Anchas grietas, llenas de peines, camafeos, almanaques y daguerrotipos, dividían la ciudad en islas, ya que el agua de los aljibes, rotos los brocales, corría hacia el puerto.
Cuando la sangre comenzó a ensancharse en las telas, rasos y fieltros, todo había terminado. Un reloj de bolsillo, colgado aún de su leontina, marcó el adelanto de un minuto corto sobre los relojes muertos. Fuen entonces cuando los hombres, al verse todavía en pie, comprendieron que habían conocido un terremoto. Las moscas, salidas de no se sabía dónde, volaron a ras del suelo, más numerosas.
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