No son pocas las bandas o los solistas que últimamente han grabado una selección de su música con el apoyo de una orquesta sinfonica. En el caso presente, creo que nos encontramos ante un artista cuyas composiciones sufren muy poco en la adaptación que se hace necesaria para poder ser ejecutada por un grupo grande de músicos. La música rock se compone de tres o cuatro acordes que se repiten casi constantemente (el llamado "riff") y donde la voz y -a veces- la primera guitarra- apoyan la melodía. Allí es donde radica la dificultad de la adaptación. Se torna monótono o demasiado pobre escuchar aquellas viejas cancione de Kiss o de Queen en versiones donde unas cuerdas y unos bronces roncos se esfuerzan en repetir tercamente tres o cuatro notas constantemente (un "loop deabolico" me hubiese gustado escribir).
Así, entonces, llegamos al caso de Ian Anderson. Anderson ha intentado -con desigual resultado- que se lo tomara como un músico en serio (escuchar "Divinities. Twelve Dances With God" por ejemplo). Y digo con desigual resultado ya que la crga de haber sido "un músico de rock" parece que ha mucha gente le impide escuchar el crecimiento artístico individual.
Creo que Ian Anderson Plays Orchestral Jethro Tull, es uno de los mejores conciertos que se ha logrado en esa nueva costumbre de orquestar canciones que fueron hechas originalmente con una guitarra, un bajo y un teclado limitado.
Si pueden, no dejen de escuchar canciones como " Pavane", "Calliandra Shade" o "We Five Kings", aunque todo el DVD (también se ha editado en CD) es una maravilla auditiva.
Hace poco fui a ver un concierto de
El otro día, revolviendo DVD's en una rebaja encontré una colección de viejas películas en blanco y negro; la mayoría de ellas películas de ciencia ficción de los 50's, películas clase B que, debo reconocer, producen en mí una extraña fascinación. Entre los títulos que me llevé a casa figuran cosas como "Creature from the Haunted Sea"; "Atom Age Vampire"; "Warning from Space" y otras de igual calaña. Pero también encontré un DVD que contiene cuatro capítulos de los ya olvidados Keystone Cops Festival y cuatro clásicos del inolvidable Buster Keaton: "The Blacksmith", "The Boat", "The Paleface" y "Daydreams".
Hay en la experimentación un encanto y algunos hallazgos que hacen de ésta forma de encarar las cosas una de las más bellas y ricas disciplinas. (*) Adrian Belew es alguien a quien improvisar le gusta tanto como andar a la búsqueda de nuevos sonidos y de nuevas formas de arrancarles nuevas notas a su guitarra (vean, si no, cualquier concierto de King Crimson, en donde Belew constantemente está forzando físicamente su instrumento hasta límites increíbles).
¿Qué es ser un buen guitarrista? ¿Tener la aptitud de poder tocar diez notas en un segundo o poder tocar lo que sea necesario para que una canción transmita una sensación determinada? Estas preguntas -que parecen ser de respuesta obvia- deben ser contestadas antes de ver un concierto (o un DVD, como en mi caso), ya que depende de lo que esperemos encontrar será el disfrute que vayamos a obtener.
No hay mejor manera para acercarse a un pintor que conocerlo sin que nos lo presenten. Me refiero a que lo mejor es encontrárselo por casualidad al hojear una enciclopedia o un catálogo de arte, ya que la sensación de placer que podemos llegar a sentir cuando la fortuna nos regala con uno de esos momentos casi únicos puede hacer que ése pintor en particular (o, siquiera, un cuadro en especial) se transforme en un buen compañero por el resto de nuestras vidas.
No voy a hablar mucho de este libro. No hay nada que pueda decirse cuando uno se siente tan avergonzado, tan dolorosamente avrgonzado.
Quienes habitualmente se acercan a este blog sabe que no soy muy aficionado a la televisión, me agota tener que cambiar constantemente de canal para no encontrar nada que me agrade. Para lo que sí uso el aparato de T.V. es para ver cine y conciertos, los que alquilo o compro para disfrutarlos sin cortes publicitarios ni comentarios hechos por conductores que no saben -ni les interesa- nada del tema.
Éste fue el primer libro que tuve en EE.UU., y fue un regalo. Sin duda, los libros que hemos leído en nuestra infancia y adolescencia son aquellos que más profundamente nos marcan; quizás porque el espíritu y el intelecto de un chico sean una arcilla blanda, aún sin forma propia, maleable, lo cierto es que las huellas que esas páginas dejan en nosotros difícilmente se borren.
Las señales de la memoria es la transcripción de unas charlas mantenidas entre Juan José Sebreli y Orfilia Poleman en 1986. Debido a éste último hecho faltan en este libro referencias a las obras más importantes y ambiciosas de Sebreli como El asedio a la modernidad o Escritos sobre escritos ciudades bajo ciudades.
Las cosmicómicas es un libro raro. Contiene doce relatos independientes (con un sólo elemento en común: el personaje principal) pero que se disfrutan leyéndolos como un todo. Es un libro entretenido pero que difícilmente uno se anime a recomendar.